En algún rincón apartado del Universo rutilante, configurado en innumerables sistemas solares, hubo una vez un astro donde animales inteligentes inventaron el conocimiento. Fue aquél el minuto más arrogante y mendaz de
El artículo habla, entre muchas otras cosas, acerca de la formación de los conceptos, la búsqueda de la verdad y las herramientas de la ciencia. Afirma que el lenguaje es falaz desde su concepción porque sólo provee pobres y equívocas representaciones, ya que las palabras son sólo metáforas y las clasificaciones de verdad y mentira, acuerdos sociales. Sin embargo, defiende las formas del arte y la capacidad de mitificación como modos válidos de aproximarse a la verdad y al entendimiento, porque comienzan por admitir su condición de representaciones.
Eso me pareció especialmente interesante, y muy aplicable en particular a
Y me hizo acordar al discurso que dio Rolando Condis, el autor del cuento ganador en la entrega de premios del concurso “Ciencia Ficción y Vocación Humana”, hace unas pocas semanas. Él proponía recuperar el valor de la palabra desde sus distintas acepciones (la palabra empeñada, la que no se lleva el viento, la que no puede ser reemplazada por imágenes), Decía que el lenguaje, la búsqueda de comunicación, es parte de nuestra vocación más propia, de ese impulso que nos empuja y nos convoca desde lo más profundo, para ser simplemente humanos.
Las palabras siempre me han parecido elementos fascinantes: cajitas de sonido o conjuntitos de signos a los que cargamos de significado. Juntas, como hilos en un tapiz o engranajes de una preciosa maquinaria, son capaces de pintar representaciones complejas que nos conmueven, encienden nuestra imaginación y movilizan nuestra mente, que son reflejo del deseo de comunicarnos.
Creo que la capacidad de armar historias nació casi al mismo tiempo que el lenguaje, y éste casi al mismo tiempo que la vida en sociedad. La capacidad de especular acerca del futuro o del modo en que podrían enfrentarse los cambios, no debe haber tardado mucho más, porque la imaginación y la capacidad de anticipación son características de la inteligencia.
Siguiendo esa línea de pensamiento, deseo de comunicación, lenguaje y Ciencia Ficción, se ven emparentados directamente con ese “impulso por la verdad” característico del ser humano del que hablaba Nietzsche, con esa “vocación” de la que hablaba Condis, porque con su doble juego entre realidad y representación,
Quizás sea cierto que tal entendimiento nos está negado por ser lo que somos y por poseer tan torpes herramientas, pero estoy convencida de que la búsqueda vale la pena por sí misma.
Laura Ponce
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