En uno de sus artículos, Teresa Pilar Mira cita a Goethe
diciendo que el estremecimiento es la mejor parte de nuestra humanidad, que por
más familiar que nos sea el mundo que nos rodea, siempre nos estremeceremos
ante lo “enorme”, es decir, ante lo maravilloso de ese mismo mundo, aquello que,
en un sentido amplio, podríamos llamar “Sagrado”, algo que no tiene que ver con
un dios o a una religión en particular, sino que es una vivencia humana básica,
y que su tratamiento es uno de los elementos propios de la New Wave, tal vez la
más refinada, compleja y profunda expresión de la Ciencia Ficción .
Del algún modo, esto me hace pensar en una condición
intrínseca, en una vocación por lo que nos supera, y que nos caracteriza como
especie, que iguala a los individuos más allá de cualquier diferencia
geográfica, étnica o biológica.
Pero, ¿cómo es posible que compartamos todos tal
vocación para lo trascendente y al mismo tiempo vivamos en un mundo (un mundo
del que participamos, que construimos cada día por acción u omisión) en el que
Israel bombardea Gasa, recrudecen con brutalidad el racismo y la homofobia, aumentan
los casos de femicidio, y el brote de ébola parece convertirse en problema sólo
si sale de África?
En esa contradicción, se sustenta el tema que la New
Wave también abordó de un modo notable: la relación con el “distinto”.
Nosotros
y ellos...
Ell@s que se convierten en ellxs, que pasan a ser esxs,
y luego eso... Lo tan otro que se nos
hace incomprensible, lo tan ajeno que se nos hace intolerable, que nos atrae a
la vez que nos repele, pero con una fascinación que suele terminar de un modo
terrible, como en “Hermano de mi hermana”, de Philip José Farmer.
Es sabido que la ciencia ficción nos provee metáforas y
herramientas para tratar de comprender lo que nos rodea, y lo hace a la luz de
nuestros temores y expectativas; cuando habla de extraterrestres, robots,
monstruos, en realidad se refiere a seres humanos distintos a nosotros. Sin
embargo, el lugar desde el que se plantea esa mirada (quién es, cómo se conforma,
el “nosotros”) la define y condiciona.
Tengo
la impresión de que la mayor parte de lo que he leído acerca de esto se escribió
desde el centro hacia la periferia, desde la mayoría hacia la minoría, desde varones
hacia mujeres, desde blancos hacia negros, desde ricos hacia pobres...
Me
parecía interesante revisitar el subgénero no sólo desde el presente (donde el
tema/conflicto está más que vigente) sino desde el distinto, y desde latinoamérica,
donde naturalmente somos muchos “otros” y a la vez estamos acostumbrados a ser
los “otros” de los demás.
Con
ustedes, los cuentos.
Laura Ponce
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