Creo que lo decía en el sentido de que, del mismo modo que los
dinosaurios no desaparecieron sino que les crecieron alas (seguramente Michael Crichton
apreciaría la analogía), la ciencia ficción no ha desaparecido de las vidrieras
o de las listas de los más vendidos, sino que se ha transformado.
Así como otros subgéneros o “formas” de la ciencia
ficción tales como la space ópera, el ciberpunk o la new wave son producto y
reflejo del momento histórico en el que se desarrollaron, nuestra época parece
demandar estas tramas veloces, llenas de intriga y acción trepidante.
No es cierto que no se escriba ni publique ciencia
ficción, mucho menos que no se venda: Por ejemplo, Neal Stephenson, autor de Criptonomicón,
alcanzó nuevamente el nro.1 en la
lista del New York Times con Reamde (Nova, 2012), sobre un virus inmerso en el mundo de los
juegos de guerra online. Ah, cierto, eso no es ciencia ficción, es
tecnotriller, y si escribe así, si “se vendió al sistema”, ya no hace CF de la buena... Un momento: Stephenson
también escribió Interfaz, sobre un
político al que le implantan un chip en el cerebro que le permite seguir todas
las encuestas, una novela sobre política, neurociencia y tecnología
de la información; y anuncian que el año que viene sale Sieteevas, sobre los sobrevivientes de
la humanidad en un futuro lejano y post-apocalíptico, una novela de intriga política y
militar, donde se habla sobre evolución, ingeniería genética y lo que
entendemos por civilización.
¿Será un caso
aislado? Pero también están Greg Bear con Música en la sangre y La radio de Darwin, y Richard Morgan con Carbono alterado y Black Man...
A pesar de sus temáticas
claramente de CF, y quizás debido a que están ambientados en el futuro cercano,
muchos de estos libros se han vendido bajo la etiqueta ganadora “suspenso”, la
tímida “anticipación”, o simplemente “bestseller”, como Jurasik Park o Esfera, de Crichton. “Tecnotriller” no parece tan mala.
Es interesante ver que la
biotecnología es uno de los temas recurrentes y quizás se deba a que con sus
avances continuos y cotidianos nos resulta tan ajena e inquietante como en su
momento lo fueron el mundo de las computadoras y el ciberespacio. Hoy
convivimos con la tecnología digital, le pertenecemos, y de algún modo nada de
lo que venga de ella nos sorprende; sin embargo la biotecnología... eso es otra
cosa. Quién sabe qué milagros y horrores traerá.
Alguna vez, Miquel Barceló (editor de la colección Nova,
propulsor del premio UPC otorgado por la universidad en la que es profesor)
dijo que “podríamos
vaticinar la muerte de la ciencia-ficción por disolución en el contexto".
No es que falte o que se haya perdido, es que está
en todas partes.
Y es más necesaria que nunca.
Laura Ponce