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viernes, 22 de julio de 2016

PROXIMA 30 - OTOÑO / junio 2016

Me resulta difícil redactar este editorial, me cuesta decidir qué escribir. Los nuevos gobernantes de nuestro país nos dicen que esperemos, que tengamos esperanza, que todo va a mejorar, que pongamos de nuestra parte para salir adelante juntos... pero es difícil hacerlo cuando todo parece caerse a pedazos. Decían que todo mejoraría en el segundo semestre de este año; ahora dicen que quizás mejore el año que viene. Es difícil creerlo cuando apenas estamos en otoño y parece avecinarse un muy duro invierno.
¿Por qué seguir, entonces? ¿Por qué seguir escribiendo y editando? ¿Por qué seguir produciendo y compartiendo literatura, sobre todo cuando la realidad --inmensa, tangible, por momentos abrumadora-- nos empuja a hundir la cabeza en lo inmediato, en el día a día, en las necesidades más básicas, y todo lo demás parece superfluo, de una imperdonable frivolidad?
Quizás porque creo que la imaginación y la actividad intelectual son de primera necesidad. La prospectiva, el ejercicio de pensar el futuro. La extrapolación de las cuestiones que constituyen nuestro presente llevadas hasta los límites de sus posibilidades, torcidas, estiradas, reinventadas, y aún nuestras, más nuestras que nunca. Como un espejo que deforma, pero que sigue siendo un espejo.
Sigo creyendo, como me decía Pablo Capanna el otro día, que la ciencia ficción no es una literatura de anticipación, sino de advertencia. Una herramienta filosófica para el análisis de la realidad. Pero, al igual que los mitos, no ofrece un camino directo y lineal sino una aproximación lateral, intuitiva, un indagar a tientas entre los símbolos que constituyen la realidad. Ese rompecabezas de percepciones que llamamos realidad.
Ese parece ser el hilo conductor que recorre los cuentos de este Especial de Otoño: mundos en los que han pasado cosas terribles, desastres personales o de escala planetaria, horrores conocidos, identificables, o simplemente se ha extendido la melancolía y la decadencia, el kippel, la entropía... y la posibilidad de que lo extraño irrumpa, quebrando esa cotidianidad; una cotidianidad anómala, pero cotidianidad al fin. Como un latido, como una resonancia interna, que alberga y alimenta en la oscuridad del alma lo temido y lo deseado.
¿Por qué seguir haciendo esto? Porque sigo creyendo que vale la pena. Sobre todo cuando la pena es tanta.

Laura Ponce


* la imagen es "Melancolía", de Grendel Bellarousse.

lunes, 23 de mayo de 2016

PROXIMA 29 - VERANO / marzo 2016



En mi mente, la idea de verano está asociada al concepto de receso y a la adolescencia. Me da la impresión de que a esa edad se iniciara una especie de pacto y que después, a lo largo de la vida, las vacaciones fueran el intento de volver a lo que se sintió entonces, al entusiasmo despreocupado y la risa fácil, a la exuberancia de sonidos y colores, a la sensación de que el mundo, el resto de nuestra vida, está en pausa; de que espera apenas un paso más allá, cruzando el límite del verano, pero mientras dure ese receso estaremos a salvo. Porque esa es una condición importante: no puede durar para siempre.
A veces parece que alcanza con una escapada, tal como piensa el Marvin de Robert Sheckley en Trueque Mental cuando responde a un aviso del diario e intercambia su cuerpo con un turista marciano. Claro que en realidad se trata de una estafa y pronto el pobre Marvin se encuentra sin cuerpo propio y expuesto a la «deformación metafórica», un trastorno por el que la mente del viajero traduce la realidad alienígena a motivos familiares; algo así como lo que dice el historiador Peter Burke en Visto y no visto, sobre la analogía que hace inteligible lo exótico, que lo domestica, impidiendo ver todo aquello que tiene de desconocido. Porque esa es otra condición: las vacaciones deben permitir un cambio de ambiente, pero sin salir del todo de lo conocido.
El insatisfecho Gustav Von Aschenbach de Thomas Mann en Muerte en Venecia es arrastrado por el deseo de «liberación, de relevo y olvido», por la necesidad de escapar de su rutina burguesa, pero no se va a la jungla de un país lejano sino a un balneario propio de su ambiente, donde puede encontrarse con otros como él, otros indolentes que también hacen oídos sordos a la decadencia de su cultura egoísta y autocomplaciente. Tarde comprende que su vida es una trama de ilusiones y simulaciones. Tadzio encarna la juventud que él ya no tiene, y también todo aquello que no se ha permitido vivir. Porque el verano también implica eso: la noción de ciclo, de punto culminante en una curva destinada a decaer.
Quizás por eso se lo abraza con una especie de inocencia, separada por completo de los justificativos de la razón. Como el gato Petronius en la novela de Heinlein, que durante el invierno nunca abandona la esperanza de que alguna de las puertas de la casa se abra al verano.
Este verano que vivimos en Argentina reúne todas esas características y algunas otras francamente inquietantes. Todo lo que anticipábamos en el editorial de diciembre fue superado por las medidas que tomó el nuevo gobierno. Después del shock inicial, ahora hay una sensación de pausa, pero no conlleva alivio sino angustia, como de algo que junta presión, que sigue moviéndose secretamente y no augura nada bueno. Me preocupa qué pueda esperarnos cuando termine el verano.
¿Qué nos queda? No rendirnos. Seguir trabajando por lo que amamos.

Laura Ponce

PROXIMA 28 - PRIMAVERA (Adultez) / diciembre 2015



Este año, el arco temático de PROXIMA fue el ciclo de la vida y culmina en este número de diciembre con la entrada a la madurez, tema que cobra cabal actualidad con los recientes resultados de las elecciones presidenciales en Argentina.
La perspectiva que se abre para nuestro país es incierta. O, mejor dicho, ciertamente inquietante. Las medidas ya adelantadas por los asesores económicos del partido ganador no dejan mucho librado a la duda: “actualización” del tipo de cambio, apertura irrestricta de las importaciones, cero protección del Estado.
Basada en el resultado funesto que anteriormente han tenido medidas de ese tipo, la prospectiva para las pequeñas editoriales independientes es bastante desalentadora: aumento del costo del papel, competencia con saldos extranjeros a precios ridículos, pérdida de espacios de exhibición y comercialización.
Me siento como en un barco que se dio vuelta en la tormenta. Algunos gritan “nos salvamos, nos salvamos”, sin darse cuenta que lo que respiramos es apenas una burbuja residual, que se consumirá antes de que terminen los festejos. Quizás entre nosotros haya quienes cuenten con tubos de oxígeno, con reservas de aire que les permitan resistir durante más tiempo, o incluso escapar del barco dado vuelta. Quizás entre nosotros haya seres anfibios para los que éste sea el ambiente más deseado, lleno de alimento potencial. Pero yo no estoy entre los unos ni los otros, y me entristecen los muchos que están en mi misma situación, y los que ni siquiera tienen esa suerte, los que ya no tendrán ni el salvavidas del que dependían.
En este estado de cosas, seguiré chapoteando, intentando mantenerme a flote y pendiente de la gente que me importa, pendiente de que puedan respirar también y de mantenernos juntos a pesar de todo. Seguiré pataleando hasta que se apague la luz, y después patalearé en la oscuridad, mientras me den las fuerzas.
Desde hace tiempo estamos trabajando con gente muy generosa en un proyecto de digitalización de todos los números de PROXIMA, la mayoría de los cuales se encuentran agotados. Nuestro propósito original era que todo ese material no se perdiera en el olvido y estuviera disponible para descarga gratuita, al alcance de quienes están conociendo la revista recién ahora; pero tal vez este sitio web de Ediciones Ayarmanot se convierta también en el espacio de continuidad para la publicación, si se hace insostenible su aparición en papel.
Somos lo que somos: seguiremos escribiendo y tratando de aprender y de dar a conocer lo que otros hacen, cuestionando, buscándole el resquicio al sistema. Ojalá este no sea el último editorial que escriba para ustedes, lectores de PROXIMA, pero si así lo fuera, creo que en años 7 es un buen número, 28 motivos de orgullo y agradecimiento. Y ya nos volveremos a encontrar. Hasta entonces, les deseo lo mejor. No pierdan las fuerzas ni la sensación de propósito. Esto también pasará.


Laura Ponce

domingo, 22 de mayo de 2016

PROXIMA 27 - INVIERNO (Niñez y Adolescencia) / septiembre 2015



En la novela El fin de la infancia, Arthur Clarke cuenta la llegada de extraterrestres como podría contarse la llegada del innegable futuro. Estos extraterrestres no plantean una invasión violenta, sino acompañarnos, prepararnos para el momento próximo en que la humanidad dará su salto evolutivo. Obviamente no estamos en posición de negarnos y hay mucho que no nos dicen, pero prometen responder a nuestros interrogantes cuando estemos listos para las respuestas. Y, como suele suceder con todo conocimiento fundamental, cuando llega finalmente ese momento, cuando nos golpea la fría luz de la comprensión, no hay modo de volver atrás. No hay manera en la que la mariposa pueda volver a meterse en el capullo.
En las últimas décadas, la niñez vio redefinida su importancia a partir de que los chicos se volvieron consumidores, compradores directos o indirectos; sin embargo, la gran fascinación de nuestra cultura es con la adolescencia, o por lo menos con algunos de sus aspectos. Tal vez sea por razones semejantes (es más fácil venderles cosas a personas inseguras e irresponsables), pero sin duda hay un deseo de eterna vitalidad, de jovial inocencia, de nunca dejar ir la lúdica e intoxicante sensación de que todo es posible, de que todos los caminos están abiertos.
Desgraciadamente, para que todos los caminos permanezcan abiertos es necesario no tomar ninguno; la potencialidad infinita es también la absoluta falta de concreción. Vivimos en una cultura que cría adolescentes eternos, que permanecen suspendidos en el limbo de la autocomplacencia y parecen nunca estar lo bastante maduros para dar el siguiente paso. Una cultura que rechaza el conocimiento de lo que no quiere ver, de lo que le demandaría salir de ese estado, incluso cuando la golpea en la cara. Lo ignora o lo frivoliza ¾que es su forma de asimilarlo quitándole entidad¾, y sigue con lo que estaba.  
En estos días da vueltas al mundo la foto de un chico sirio ahogado mientras trataba de huir de la guerra junto a su familia, lo mismo que otros miles y miles de desplazados. Seguramente no es el primero y ojalá me equivoque, pero no creo que sea el último. Sin embargo, la opinión pública parece indignada, sacudida en lo más profundo. No importa que estemos rodeados de tragedias, que hace poco dos nenes murieran quemados en un taller clandestino de costura, también inmigrantes ilegales, acá nomás, en Ciudad de Buenos Aires, que tantos otros mueran de desnutrición, por el paco o, como Kevin, por alguna bala perdida. Parece que vieran el horror por primera vez. Pero eso no importa si lo ven de verdad, si de verdad somos capaces de entender esa pérdida, todas las pérdidas, como algo inaceptable.
Quizás sea, ojalá sea, lo que le hacía falta a nuestra sociedad para salir de su letargo adolescente; la comprensión de que vivimos en un mundo en el que pasan cosas terribles y sobre las que tenemos que tomar acción. Sólo el tiempo dirá si se trata de un verdadero despertar, o de otra falsa alarma.
Laura Ponce

PROXIMA 26 - OTOÑO (Renacimiento) / junio 2015



Hace casi un año, cuando pensamos el cronograma de publicaciones de proxima para el 2015, decidimos que el Ciclo de la Vida sería nuestro arco anual y fuimos definiendo las temáticas para cada uno de los cuatro números que lo conformarían. Nos pareció natural iniciarlo con un especial sobre Extinción / Apocalipsis. Nos pareció natural continuarlo con otro sobre Renacimiento. Y nos pareció natural que éste fuera un número íntegramente realizado por mujeres, una celebración de lo femenino, en el más amplio de los sentidos.
Porque la capacidad de renacer, de recrearse en una fluidez sin fin, como el movimiento lunar de las mareas, como la indetenible parsimonia de la naturaleza, es eminentemente femenina.
 Porque la figura de la mujer es asociada con el misterio de los ciclos y la fertilidad, con la fuerza de la creación, desde los primeros cultos dedicados a la luna en el inicio de la Humanidad.
Porque hoy está más vigente que nunca aquello que dijo Simone de Beauvoir acerca de que mujer no se nace, se hace. La identidad femenina es una construcción social e individual cuyos parámetros están siendo redefinidos.
En el medio, mientras preparábamos este número, pasaron otras cosas. Cosas que me recordaron el cuento de Raymond Carver “Tanta agua tan cerca de casa” y el de Racoona Sheldon “El eslabón vulnerable”. Crímenes espantosos contra mujeres, que fueron vueltas a violar y asesinar por los medios de comunicación en su modo de cubrir la noticia y por los comentarios de gente común que estigmatiza y culpa a las víctimas, que naturaliza y hasta justifica la violencia de género.
La violación es un crimen de odio, no tiene que ver con el deseo sexual sino con el deseo de dominación, de humillar y castigar a quien no puede ser controlad@.
Creo que nuestra tolerancia al horror es una cuestión de proporción. Podemos soportar vivir en una sociedad en la que el agresor es una anomalía monstruosa, pero si comprobamos que muchas de las personas que nos rodean piensan que él tenía derecho a hacerlo y que ella se lo buscó...
Por eso me parece tan importante la marcha bajo la consigna Ni una menos que se celebró este 6 de junio en Buenos Aires y otras cien ciudades de Argentina. Porque pronunciarse públicamente contra el femicidio y la violencia de género puede banalizarse, convertirse en la nueva postura políticamente correcta, pero a veces la gota (de sangre) desborda el vaso y hace mucha falta la visualización y el acto de presencia, la apropiación del espacio público, el vernos y reconocernos como miles que ya no aceptan lo inaceptable, y la comprensión de que no se trata de una lucha sólo de las mujeres sino de todos los que quieran vivir en una sociedad más sana en la que los roles sean menos rígidos y no impliquen la degradación de nadie.
Ojalá podamos lograrlo. Ojalá, todos juntos como sociedad, podamos renacer.

Laura Ponce